“Señoras y Señores! Les traigo el producto que cambiara sus vidas. El jarabe del Dr. Watson es capaz de curar cualquier enfermedad y no lo tengo nada mas que hoy en la ciudad. No vale 10 ni 5 ni 3, por 1$ llévenselo a casa hoy…”.
Este quizás ha sido el argumento de ventas más utilizado desde antaño. Promocionamos un producto y le otorgamos propiedades tangibles y humanas para que nuestra vida sea mejor.
Este planteamiento sin embargo ya ha quedado obsoleto. Vivimos en un mundo donde el ser capaces de generar experiencias positivas y satisfactorias es la clave de manejar las nuevas necesidades y deseos.
No queremos productos que nos hagan la vida mejor, queremos que los productos nos otorguen otras propiedades:
- Privilegios
- Notoriedad
- Relevancia
- Calidad
- Satisfacción
Todas estas cualidades son propias de nuestra proyección como personas en el mundo. El deseo de estar bien consigo mismo y con el resto de la comunidad son la base de la comercialización del siglo XXI. La calidad o la innovación ya no son el referente en la mayoría de los casos, es algo que damos por hecho que se tiene y que existe. El valor adicional radica en otros aspectos, aspectos del ámbito humano.
Saber vender es más que nunca un acto humano y social. Ya no vale solo conocer el producto o servicio ofertado y hacerlo con conocimientos técnicos sobre la venta. Se necesita ir más allá. La palabra clave es: ACTITUD. Esa capacidad de motivación y de ser capaces de solventar cualquier barrera u obstáculo en el camino. Es la predisposición en positivo a afrontar el día a día. Por desgracia, la actitud es como una chispa que se enciende y se apaga con demasiada facilidad. La motivación por parte de los departamentos de ventas y las capacitaciones en la línea actual de mejorar los conocimientos técnicos no ayudan a que esa chispa se mantenga activa más tiempo. Profundizar en esta componente humana nos da la clave del éxito en la comercialización de productos.
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